Vera Saitcevsky. 23 años

Coordinadora de Sostenibilidad y Desarrollo, TeenSmart Internacional.

Ser adolescente a veces se siente como pintar sobre un espejo. 

Con el pincel en la mano y años de aprendizajes acumulados, te enfrentas a tu reflejo, con la libertad y el vértigo de no tener una instrucción absoluta. Es tu turno de jugar con formas, colores y texturas, de descubrir qué quieres crear, cómo quieres crearte. 

Los trazos de tu pincel pueden salir puntiagudos, redondos, espirales, bruscos… siempre naciendo desde la experimentación. Aunque a veces no sepas bien qué estás creando, en ese espejo empieza a aparecer algo nuevo… algo auténticamente tuyo. 

Pero la experiencia de crecer no siempre es tan romántica. 

La adolescencia también es una etapa de grandes caídas, contradicciones internas, y presión social por encajar o por no quedarse fuera. Y cuando lo que se normaliza entre amigos es dañino, puede ser como caminar por una cuerda floja sin red de protección: probando los límites de algo nuevo, pero sin medir el riesgo, solo porque alguien te dijo “a que no te atreves”. 

Yo lo viví. 

Recuerdo sentirme atrapada entre el deseo de encajar y la búsqueda incesante de mi identidad- y así fue como caí en la presión social. 

A los 12, me empecé a afeitar porque un compañero se burló de mis piernas. A los 13, ya contaba calorías porque en ballet me dijeron que mis brazos eran muy grandes. A los 14, mis amigas decían que ya era hora de besar, sino no era “cool”. A los 15, de fumar. Y así, cada vez con más expectativas, sintiendo que todo el mundo me miraba, y abandonando mi propia voz en el proceso. Cada vez que ignoraba mi intuición, algo dentro de mí se iba extinguiendo- algo que, como reconozco hoy, en ningún momento fue perdido. 

También recuerdo no poder hablar con mis papás sobre cómo me sentía. Me dolía el cuerpo, me dolía el alma, pero no sabía cómo decirlo. Sentía que nadie me entendía. Me veía al espejo no con curiosidad, sino con juicio. ¿Qué me pasaba? ¿Por qué me sentía tan sola?  

Por eso espacios como JovenSalud son tan necesarios. 

Porque a veces no es fácil hablar- no siempre aprendemos cómo nombrar lo que sentimos.  

A veces crecer puede doler, y merecemos un lugar donde cuidarnos con información clara y apoyo real. 

En JovenSalud, aprendemos a escucharnos y a cuidar lo que sentimos.
A decidir por nosotros mismos y vivir desde el amor propio, no desde la presión externa. 

  • Aquí se puede: 
  • Decir en voz alta lo que nos cuesta reconocer incluso en silencio. 
  • Recibir orientación profesional, cercana y sin juicios. 
  • Explorar el cuerpo, las emociones, la identidad y los límites con respeto. 
  • Reconectar con lo que realmente somos- esa esencia de vida que nos hace únicos 

No hay una sola forma de vivir la adolescencia — y esa es justamente la belleza.
JovenSalud está para acompañar ese camino, para recordar que no estás sola/o, que tu historia importa, y que tu bienestar es un derecho. 

Porque cuidar de ti también es transformar el mundo. 

Hoy, a los 23, he reconectado con esa parte mía que quería expresarse libremente. Aprendí a auto-regularme, comunicarme, amarme, y así hacer nutrir a mi entorno. Pero muchas veces me pregunto: 

¿Y si hubiera tenido herramientas para cuidarme antes? ¿Si hubiera aprendido a poner límites, a comunicar, a decir “no” sin culpa? 

Y entonces me doy cuenta de algo aún más grande: que muchas y muchos adolescentes siguen creciendo sin esas herramientas.  

Las adolescencias de hoy enfrentan nuevas realidades y desafíos aún más complejos. 

La tecnología ha cambiado la forma de relacionarse, pero también ha sumado presiones que afectan su bienestar. 

Redes sociales que moldean ideales de éxito inalcanzables. Algoritmos que refuerzan estereotipos y adicciones digitales. Influencers, marcas y hasta desconocidos dictando cómo deberías verte, pensar o sentir. 

Las exigencias externas se multiplican, mientras que los espacios seguros para expresarse y ser escuchados disminuyen.  

Al mismo tiempo, enfrentan desafíos globales sin precedentes: la crisis climática, los efectos persistentes del COVID-19, la migración, la violencia de género, la incertidumbre económica, la polarización social, y una creciente crisis de salud mental. Hoy en día, uno de cada tres jóvenes en América Latina enfrenta problemas de salud mental, según el informe The Mental State of the World 2023 de Sapien Labs. 

Todo esto en una etapa donde el cerebro aún está en desarrollo y el corazón está aprendiendo a sostenerse. 

Y sin embargo, los jóvenes no se rinden.

Se organizan, crean, sueñan, proponen. Son los líderes de hoy y mañana, y su bienestar es esencial para lograr una sociedad más justa, sana y consciente. Pero nadie debería atravesar esta etapa tan clave sin acompañamiento.  

Únete a nuestro Programa de Legado

Deja tu huella, hoy y siempre.

Vera Saitcevsky. 23 años

Coordinadora de Sostenibilidad y Desarrollo, TeenSmart Internacional.

Ser adolescente a veces se siente como pintar sobre un espejo. 

Con el pincel en la mano y años de aprendizajes acumulados, te enfrentas a tu reflejo, con la libertad y el vértigo de no tener una instrucción absoluta. Es tu turno de jugar con formas, colores y texturas, de descubrir qué quieres crear, cómo quieres crearte. 

Los trazos de tu pincel pueden salir puntiagudos, redondos, espirales, bruscos… siempre naciendo desde la experimentación. Aunque a veces no sepas bien qué estás creando, en ese espejo empieza a aparecer algo nuevo… algo auténticamente tuyo. 

Pero la experiencia de crecer no siempre es tan romántica. 

La adolescencia también es una etapa de grandes caídas, contradicciones internas, y presión social por encajar o por no quedarse fuera. Y cuando lo que se normaliza entre amigos es dañino, puede ser como caminar por una cuerda floja sin red de protección: probando los límites de algo nuevo, pero sin medir el riesgo, solo porque alguien te dijo “a que no te atreves”. 

Yo lo viví. 

Recuerdo sentirme atrapada entre el deseo de encajar y la búsqueda incesante de mi identidad- y así fue como caí en la presión social. 

A los 12, me empecé a afeitar porque un compañero se burló de mis piernas. A los 13, ya contaba calorías porque en ballet me dijeron que mis brazos eran muy grandes. A los 14, mis amigas decían que ya era hora de besar, sino no era “cool”. A los 15, de fumar. Y así, cada vez con más expectativas, sintiendo que todo el mundo me miraba, y abandonando mi propia voz en el proceso. Cada vez que ignoraba mi intuición, algo dentro de mí se iba extinguiendo- algo que, como reconozco hoy, en ningún momento fue perdido. 

También recuerdo no poder hablar con mis papás sobre cómo me sentía. Me dolía el cuerpo, me dolía el alma, pero no sabía cómo decirlo. Sentía que nadie me entendía. Me veía al espejo no con curiosidad, sino con juicio. ¿Qué me pasaba? ¿Por qué me sentía tan sola?  

Por eso espacios como JovenSalud son tan necesarios. 

Porque a veces no es fácil hablar- no siempre aprendemos cómo nombrar lo que sentimos.  

A veces crecer puede doler, y merecemos un lugar donde cuidarnos con información clara y apoyo real. 

En JovenSalud, aprendemos a escucharnos y a cuidar lo que sentimos.
A decidir por nosotros mismos y vivir desde el amor propio, no desde la presión externa. 

  • Aquí se puede: 
  • Decir en voz alta lo que nos cuesta reconocer incluso en silencio. 
  • Recibir orientación profesional, cercana y sin juicios. 
  • Explorar el cuerpo, las emociones, la identidad y los límites con respeto. 
  • Reconectar con lo que realmente somos- esa esencia de vida que nos hace únicos 

No hay una sola forma de vivir la adolescencia — y esa es justamente la belleza.
JovenSalud está para acompañar ese camino, para recordar que no estás sola/o, que tu historia importa, y que tu bienestar es un derecho. 

Porque cuidar de ti también es transformar el mundo. 

Hoy, a los 23, he reconectado con esa parte mía que quería expresarse libremente. Aprendí a auto-regularme, comunicarme, amarme, y así hacer nutrir a mi entorno. Pero muchas veces me pregunto: 

¿Y si hubiera tenido herramientas para cuidarme antes? ¿Si hubiera aprendido a poner límites, a comunicar, a decir “no” sin culpa? 

Y entonces me doy cuenta de algo aún más grande: que muchas y muchos adolescentes siguen creciendo sin esas herramientas.  

Las adolescencias de hoy enfrentan nuevas realidades y desafíos aún más complejos. 

La tecnología ha cambiado la forma de relacionarse, pero también ha sumado presiones que afectan su bienestar. 

Redes sociales que moldean ideales de éxito inalcanzables. Algoritmos que refuerzan estereotipos y adicciones digitales. Influencers, marcas y hasta desconocidos dictando cómo deberías verte, pensar o sentir. 

Las exigencias externas se multiplican, mientras que los espacios seguros para expresarse y ser escuchados disminuyen.  

Al mismo tiempo, enfrentan desafíos globales sin precedentes: la crisis climática, los efectos persistentes del COVID-19, la migración, la violencia de género, la incertidumbre económica, la polarización social, y una creciente crisis de salud mental. Hoy en día, uno de cada tres jóvenes en América Latina enfrenta problemas de salud mental, según el informe The Mental State of the World 2023 de Sapien Labs. 

Todo esto en una etapa donde el cerebro aún está en desarrollo y el corazón está aprendiendo a sostenerse. 

Y sin embargo, los jóvenes no se rinden.

Se organizan, crean, sueñan, proponen. Son los líderes de hoy y mañana, y su bienestar es esencial para lograr una sociedad más justa, sana y consciente. Pero nadie debería atravesar esta etapa tan clave sin acompañamiento.  

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Vera Saitcevsky. 23 años

Coordinadora de Sostenibilidad y Desarrollo, TeenSmart Internacional.

Ser adolescente a veces se siente como pintar sobre un espejo. 

Con el pincel en la mano y años de aprendizajes acumulados, te enfrentas a tu reflejo, con la libertad y el vértigo de no tener una instrucción absoluta. Es tu turno de jugar con formas, colores y texturas, de descubrir qué quieres crear, cómo quieres crearte. 

Los trazos de tu pincel pueden salir puntiagudos, redondos, espirales, bruscos… siempre naciendo desde la experimentación. Aunque a veces no sepas bien qué estás creando, en ese espejo empieza a aparecer algo nuevo… algo auténticamente tuyo. 

Pero la experiencia de crecer no siempre es tan romántica. 

La adolescencia también es una etapa de grandes caídas, contradicciones internas, y presión social por encajar o por no quedarse fuera. Y cuando lo que se normaliza entre amigos es dañino, puede ser como caminar por una cuerda floja sin red de protección: probando los límites de algo nuevo, pero sin medir el riesgo, solo porque alguien te dijo “a que no te atreves”. 

Yo lo viví. 

Recuerdo sentirme atrapada entre el deseo de encajar y la búsqueda incesante de mi identidad- y así fue como caí en la presión social. 

A los 12, me empecé a afeitar porque un compañero se burló de mis piernas. A los 13, ya contaba calorías porque en ballet me dijeron que mis brazos eran muy grandes. A los 14, mis amigas decían que ya era hora de besar, sino no era “cool”. A los 15, de fumar. Y así, cada vez con más expectativas, sintiendo que todo el mundo me miraba, y abandonando mi propia voz en el proceso. Cada vez que ignoraba mi intuición, algo dentro de mí se iba extinguiendo- algo que, como reconozco hoy, en ningún momento fue perdido. 

También recuerdo no poder hablar con mis papás sobre cómo me sentía. Me dolía el cuerpo, me dolía el alma, pero no sabía cómo decirlo. Sentía que nadie me entendía. Me veía al espejo no con curiosidad, sino con juicio. ¿Qué me pasaba? ¿Por qué me sentía tan sola?  

Por eso espacios como JovenSalud son tan necesarios. 

Porque a veces no es fácil hablar- no siempre aprendemos cómo nombrar lo que sentimos.  

A veces crecer puede doler, y merecemos un lugar donde cuidarnos con información clara y apoyo real. 

En JovenSalud, aprendemos a escucharnos y a cuidar lo que sentimos.
A decidir por nosotros mismos y vivir desde el amor propio, no desde la presión externa. 

  • Aquí se puede: 
  • Decir en voz alta lo que nos cuesta reconocer incluso en silencio. 
  • Recibir orientación profesional, cercana y sin juicios. 
  • Explorar el cuerpo, las emociones, la identidad y los límites con respeto. 
  • Reconectar con lo que realmente somos- esa esencia de vida que nos hace únicos 

No hay una sola forma de vivir la adolescencia — y esa es justamente la belleza.
JovenSalud está para acompañar ese camino, para recordar que no estás sola/o, que tu historia importa, y que tu bienestar es un derecho. 

Porque cuidar de ti también es transformar el mundo. 

Hoy, a los 23, he reconectado con esa parte mía que quería expresarse libremente. Aprendí a auto-regularme, comunicarme, amarme, y así hacer nutrir a mi entorno. Pero muchas veces me pregunto: 

¿Y si hubiera tenido herramientas para cuidarme antes? ¿Si hubiera aprendido a poner límites, a comunicar, a decir “no” sin culpa? 

Y entonces me doy cuenta de algo aún más grande: que muchas y muchos adolescentes siguen creciendo sin esas herramientas.  

Las adolescencias de hoy enfrentan nuevas realidades y desafíos aún más complejos. 

La tecnología ha cambiado la forma de relacionarse, pero también ha sumado presiones que afectan su bienestar. 

Redes sociales que moldean ideales de éxito inalcanzables. Algoritmos que refuerzan estereotipos y adicciones digitales. Influencers, marcas y hasta desconocidos dictando cómo deberías verte, pensar o sentir. 

Las exigencias externas se multiplican, mientras que los espacios seguros para expresarse y ser escuchados disminuyen.  

Al mismo tiempo, enfrentan desafíos globales sin precedentes: la crisis climática, los efectos persistentes del COVID-19, la migración, la violencia de género, la incertidumbre económica, la polarización social, y una creciente crisis de salud mental. Hoy en día, uno de cada tres jóvenes en América Latina enfrenta problemas de salud mental, según el informe The Mental State of the World 2023 de Sapien Labs. 

Todo esto en una etapa donde el cerebro aún está en desarrollo y el corazón está aprendiendo a sostenerse. 

Y sin embargo, los jóvenes no se rinden.

Se organizan, crean, sueñan, proponen. Son los líderes de hoy y mañana, y su bienestar es esencial para lograr una sociedad más justa, sana y consciente. Pero nadie debería atravesar esta etapa tan clave sin acompañamiento.  

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